Matilde Peinado aborda en un libro a la «cristiana piadosa y madre ejemplar».
maría duro | madrid 22/07/2012
«Ten preparada una comida deliciosa para cuando él regrese del trabajo. Especialmente, su plato preferido. Ofrécete a quitarle los zapatos. Habla en tono bajo, relajado y placentero. Prepárate, retoca tu maquillaje; hazte un poco más interesante para él. Su duro día de trabajo quizá necesite de un poco de ánimo, y uno de tus deberes es proporcionárselo». Leerlo ahora despierta la risa, incluso da pie a la chanza. Para las niñas de los años 40 y 50 del siglo pasado, las abuelas y madres de hoy, no fue así.
«En los últimos tiempos se ha venido desenvolviendo un ataque en la concepción cristiana de la familia». A juicio del nacional-catolicismo los republicanos habían socavado uno de sus pilares fundamentales y se hacía necesario restaurar el viejo orden decimonónico del patriarcado con la mujer como piedra angular de la familia. Así, el Estado la empujó de nuevo a un segundo plano. Eso sí, aunque en casa y a la sombra del marido, sería pieza fundamental en el sostenimiento del régimen como «cristiana piadosa, madre ejemplar, esencia de feminidad y orgullo de España».
Matilde Peinado Rodríguez explica que este modelo de mujer «fue uno de los mayores éxitos ideológicos del franquismo». En su último libro, Enseñando a señoritas y sirvientas (editorial Catarata), la escritora radiografía el sistema que ideó el régimen franquista para instruir a la mujer desde y para la sumisión, como garantía de estabilidad y control económico y social. «Todo ello sin salir de su casa, sin destacarse, necesitada de protección, con una capacidad intelectual inferior al varón y con un curriculum escolar que la capacitaba exclusivamente para el hogar y la maternidad», añade.
Y en esa tarea se pusieron manos a la obra la Iglesia y la Sección Femenina, que articuló durante décadas la uniformidad ideológica de las mujeres.
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