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La cárcel de la maternidad hegemónica (1)

Paz-Boira
Si la maternidad, como todo lo que es atravesado por el lenguaje, es además una producción discursiva, habrá que distinguir por una parte, la producción discursiva de las instancias que tradicionalmente han ostentado el poder en la cultura occidental, es decir, la Iglesia y el Estado Nación, de lo que para las madres de carne y hueso, significa ser madre.

En otras palabras, sería conveniente que nos detuviéramos a pensar por qué no significa lo mismo ser madre, dicho por alguien que experimenta en su quehacer cotidiano lo que comúnmente entendemos como “la maternidad”, que ser una madre dicho por quien tiene el poder de expresar su opinión a nivel masivo, sobre cómo es y cómo “debe ser” una madre. (2)

El feminismo, desde sus variadas maneras de acercarse al tema de la maternidad, nos brinda un montón de herramientas teóricas y metodológicas para quienes nos aventuramos en el viaje de tratar de aclararnos un poco el tema. ¿Qué es lo que tratamos de aclarar? Pues mucho. Resulta que el discurso oficial sobre la madre y la maternidad pregona puras cosas buenas y bonitas y cuando volteamos a la realidad, no nos salen las cuentas. Observamos sufrimiento, precariedad, alta tasa de muerte de mujeres por abortos clandestinos, etc.
(Re) pensar a la maternidad
En primer lugar hay que hacer un esfuerzo por pensar en la maternidad como un tema complejo y digno de ser analizado hasta sus últimas consecuencias, tal como lo hacemos con el tema de la industria alimentaria o el calentamiento global.
Con la maternidad ocurre que solemos pensarla en términos biológicos, con un carácter natural y en singular. Frases como “madre sólo hay una” y “la mujer está completa cuando es madre” ayudan a ejemplificar una especie de ficción presente en el incosciente colectivo por lo menos de sociedades occidentalizadas, como la nuestra.
Según los conocimientos de la existencia humana que tenemos, en toda la historia de la humanidad han existido seres que se embarazan y paren. Sin embargo, no siempre se han designado con el nombre de madres a esos seres. Cuando revisamos los escritos sobre la historia de las madres y de la maternidad en Occidente (Badinter, 1991; Knibiehler, 2000), nos damos cuenta de que el tema de la maternidad se aleja mucho de ser una situación natural que implica el consentimiento total de la mujer procreadora; por el contrario, sus posibilidades de concepción, de gestación, de parto, lactancia, cuidados y educación hacia los hijos/as son algo más bien, circunstancial, que depende en mucho de factores diversos que acompañan a la madre en cuestión.
¿Podemos entonces pensar que la maternidad es una producción discursiva que desde sus inicios se ha configurado en respuesta a las necesidades que su contraparte, la paternidad ha tenido a bien producir? ¿Podemos pensarla como una función constitutiva dotada de simbolismos? ¿La idea hegemónica de la maternidad en singular comparte rasgos característicos con la cárcel?
La Iglesia, por ejemplo, describe cómo debe ser una madre. Abnegada, amorosa, piadosa, sufridora, incondicional. Esta idea de madre se materializa en las vírgenes madres, todas ellas son así. Son así en el discurso, puesto que lo único que sabemos de ellas proviene justamente de lo escrito en los rezos y alegatos religiosos. El Estado-Nación por su parte, tiene su propia ficción de madre, la madre patria, la que da a luz a los hijos de la nación. ¿No son estas dos formas de apreciar la maternidad ficciones constitutivas de una posibilidad que fue codificada como función?
Podemos afirmar que siempre ha habido mujeres que paren, de lo contrario no entenderíamos cómo la especie humana a existido durante tanto tiempo, sin embargo, ¿Podemos afirmar que siempre ha habido madres? ¿Cuándo se empezó a utilizar este término? ¿Quiénes son las madres y quien tiene el poder de enunciarlas?
Hoy por hoy sabemos que no basta con hablar de la madre para referirnos a la grandiosa variedad de prácticas maternas. Pero tal vez no hemos puesto atención en pluralizar lo que entendemos como maternidad.
La maternidad no es una sola, la maternidad es una producción discursiva compleja. Tomar en cuenta esta consideración nos ayudará a deslindar responsabilidades y observar cómo siempre, pese a lo que se ha escrito de las madres, pese a las ataduras que se les ha impuesto, siempre han existido las que, trasgrediendo aquella ficción hegemónica, construyen conocimiento, en base a los saberes que les proporciona la relación afectiva con sus hijos e hijas.
Existe la tendencia a pensar que las mujeres, al estar dotadas biológicamente para concebir, están también supeditadas a su naturaleza biológica que las ata a las demás tareas reproductivas de alimentación y cuidados de los hijos, y esto a su vez las confina al ámbito privado que las aparta de las posibilidades que por el contario, tienen los varones de gobernar.
Ciertamente las mujeres se han visto despojadas de las ganancias que los varones han obtenido al desarrollarse en el ámbito público. Sin embargo, si la reproducción y el hoy día llamado trabajo reproductivo no ha sido valorado a la par que el trabajo productivo, ha sido porque desde sus inicios se infravaloró el primero en detrimento del segundo.
Para Simone de Beauvoir (1949), “la mujer es presa de la especie que el impone sus misteriosas leyes”, sin embargo, hoy sabemos que no hay una sola mujer, (biomujer, en todo caso), ni que es presa de la especie a la que pertenece, sino de la interpretación que la especie humana, concretamente los hombres, han hecho de él y de ella.
La sexuación corporal es posible sólo en culturas patriarcales puesto que es necesaria para fundar la primer gran distinción entre un sexo y el otro. Esta tendencia a la diferencia se basa en la idea de complementariedad donde lo femenino es relegado a segundo término. Es necesario pero no es lo que prima. Ya nos lo decían las santas escrituras con Adán y Eva. Según estos textos ella nació de la costilla de Adán, no al revés.
¿Cuáles son los barrotes?
La muy socorrida idea de la existencia de un “instinto maternal”, las leyes que prohíben la interrupción libre del embarazo, la discursividad que crea la ficción de la madre en singular (porque “madre sólo hay una”), las condiciones de precariedad a que se ven abocadas las madres que realizan las tareas del trabajo reproductivo, las políticas públicas sobre maternidad que apelan a la idea de maternidad hegemónica, la precarización de los cuidados, todo ello en su conjunto, representa los barrotes detrás de los que se encierran a las madres, a las que ejercen las diversas prácticas maternas, incluso a las que desean serlo.
Sin embargo, así, como aquellas presas, (quienes pese a su imposibilidad de transitar fuera del espacio al que han sido confinadas), apelan a su capacidad de agenciamiento y constituyen ficciones plurales, propias, necesarias, en términos de resistencia, también lo hacen las madres lesbianas, las madres solas, las madres, las madres desencializadas (no bio mujeres), las madres feministas, las madres colectivas.
Todas ellas son madres disidentes, en tanto se alejan del discurso oficial de “cómo ser una buena madre”, y madres subversivas en tanto que cuestionan la limitada imaginería de lo que comúnmente pensamos como madre y con lo que entendemos como maternidad.
Visibilizar la no naturalidad de la maternidad hegemónica, cuestionar la noción de madre en singular y reapropiarnos de la función de cuidar, valorando nuestro trabajo de cuidado y exigiendo el reconocimiento justo a nuestra labor, significará, además de ejercer nuestra capacidad de agencia y resistencia, salir de la cárcel de la maternidad como ideología primaria, fundacional y constitutiva de lo que por el contrario es un complejo tema pendiente de analizar.
Amor Teresa Gutierrez / enREDadas 

Amor Teresa Gutiérrez Sánchez es Lic. en Psicología Educativa por la Universidad Autónoma de Querétaro. Máster en Género y Políticas de Igualdad y Doctoranda en Estudios de Género por el Institut Universitari d’Estudis de la Dona de la Universitat de València. Estancia Académica de investigación en el PUEG–UNAM, donde ha cursado seminarios sobre género, feminismos, cultura visual y crítica cultural. En los últimos años ha centrado su investigación en el tema de la maternidad desde la teoría crítica feminista.

Bibliografía

E. Badinter, ¿Existe el instinto maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII al XX, Madrid, Paidós, 1991.

Simone de Beauvoir, El segundo sexo, Madrid, Cátedra, Universidad de Valencia, Instituto de la Mujer, (Colección feminismos, 85), 1949 y 2008.

Yvonne Knibiehler, Historia de las madres y de la maternidad en Occidente, Argentina, Ediciones Nueva Visión SAIC, 2000.

1 Con maternidad hegemónica, me refiero al discurso que desde el patriarcado reifica la noción de madre al tiempo que prescribe e indica con un afán universalista, androcéntrico y colonialista cómo debe ser una mujer, siendo el mandato principal ser madre. Maternidad hegemónica funciona también como una categoría de análisis que me permite aproximarme al tema de la maternidad al interior de mi investigación de Doctorado en Estudios de Género, titulada: Desvelando la Ideología de la maternidad: prácticas maternas en México.

2 Habría también que hacer notar el uso que de esta forma de entender la maternidad, hace el sistema económico capitalista y neoliberal y los beneficios que todo ello reporta a la iniciativa privada en detrimento de las mismas madres.


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